31 oct 2012

Pincelada suelta y vibrante

Marte,1638-1640
Óleo s/ lienzo,181x99
Museo del Prado. Madrid
 

El lienzo podría representar el final de los amores de Marte con Venus.  El gesto ha sido perfectamente captado por el pintor, demostrándo su facilidad para enseñar el alma de sus modelos.
Velázquez pintó al dios de la guerra sentado, bengala en la mano derecha, morrión sobre la cabeza, con su armadura, escudo y espada en el suelo, a sus pies.  Se ha interpretado como una posible alegoría de la decadencia política y militar de España y las derrotas de los famosos tercios españoles.

La composición ha sido vinculada a obras que Velázquez conocería durante sus viajes a Italia, como la escultura clásica del Ares Ludovisi.

Es perceptible también la influencia de Tiziano y Rubens, sobre todo en la combinación de colores y el tratamiento de las carnaciones.
La técnica empleada por el maestro es muy suelta, utilizando colores muy vivos como el azul o el rojo que nos traen a la memoria la obra de Rubens. El cuadro sigue el ritmo velazqueño, la sensación atmosférica, dando el efecto de la existencia de aire en la estancia gracias a la luz,  Se piensa en posibles influencias de Miguel Ángel en la figura.








Por último, un aspecto velazqueño importante lo constituye las manos,  ya que nunca las termina del todo. Es como si las esbozara en vez de dibujarlas.




La coronación de la Virgen, 1636
Óleo s/ lienzo, 176x124 cm.
Museo del Prado, Madrid
España
Este cuadro fue pintado por Velázquez  para el oratorio privado de Isabel de Borbón y  la composición triangular y celeste recuerda el mismo tema pintado por el Greco. Los colores empleados por Velázquez son los azules, principalmente lapislázuli en los tonos azules más intensos de la capa de la Virgen, rojos y morados.

La novedad vendría por el aire de naturalidad que ha insuflado Velázquez a las tres sagradas cabezas y por la adecuación de la técnica a cada una de las partes del lienzo, más espesa en los paños y más suelta en las cabezas y en las manos. La composición se inscribe en un triángulo, figura muy empleada en el Barroco italiano.

A diferencia de lo que sucede en las escenas de «gloria» de otros pintores, aquí las nubes son translúcidas, irradian luz y dotan de ligereza a la escena. Los serafines que revolotean alegremente en la parte inferior y los angelitos que juguetean con el manto de María refuerzan esa sensación de inmediatez y de familiaridad que no suele aparecer en las solemnes escenas celestiales.
El lienzo de la Coronación fue la última pintura religiosa realizada por Velázquez a pesar de que todavía tenía por delante 25 años de intenso trabajo.




El centro de la composición es María, llevándose la mano derecha al corazón, constituyendo el punto central de la Obra.
 

Dios sujeta en la mano izquierda una bola de cristal transparente. Este objeto, realizado con una capa mínima de pintura, consigue transmitir la sensación de transparencia y brillar gracias a unas cuantas pinceladas blancas y aplicadas de forma irregular. La mano, está sólo abocetada.



El único que nos presta atención es el querubín de la izquierda, que mira directamente al espectador.
 

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