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La dama del abanico, 1635 Óleo s/ lienzo 95x70 cm. Colección Wallace, Londres Reino Unido |
Quizá sea éste uno de los retratos femeninos más atractivos
de los pintados por Velázquez debido a la sensualidad con la que se representa
a la modelo.
En el retrato de La
dama del abanico va vestida «a la moda francesa», con sensual y amplio escote,
tocada con un amplio velo negro que envuelve los hombros, un collar de azabache
adornando su cuello, guantes blancos y un rosario de oro en
la mano izquierda.
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San Antonio Abad y San Pablo, primer ermitaño, 1635 Óleo s/ lienzo, 261x191,5cm. Madrid España |
En este cuadro Velázquez cuenta la historia de la visita de
San Antonio Abad a San Pablo, el primer ermitaño. Cuando ambos estaban
hablando, un cuervo les trae la comida, lo que Velázquez muestra en primer
plano.

Velázquez utilizó la luz como sutil recurso a la hora de
representar y aislar tantos momentos diferentes en una misma composición.
El artista consigue una luminosidad totalmente novedosa, con
una perspectiva muy amplia y un paisaje perfectamente captado, con ojos casi
impresionistas gracias a la luz levemente azulada que emplea.
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El príncipe Baltasar Carlos en el picadero, 1636 Óleo s/ tela, 144x 96.5cm. Colección duque de westmisnster. Londres Reino Unido |
Un retrato de corte en el que aprovechando una clase de
equitación al príncipe Baltasar Carlos, Velázquez realiza un retrato colectivo de varios
personajes de la corte.
A la izquierda, montado sobre un caballo en posición de
corveta, aparece el Conde Duque de
Olivares recibiendo una lanza de manos del ayudante del príncipe.La luz parece tomada directamente del natural por la sensación invernal que se obtiene, anticipándose al Impresionismo.
El fondo está ocupado por la fachada del Palacio del Buen Retiro, con un balcón en el que aparecen los padres del príncipe, Felipe IV e Isabel de Borbón junto con otros personajes no identificados.

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Isabel de Borbón a caballo,1635 Óleo s/ lienzo,301x314cm. Museo del Prado. Madrid. España |


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Felipe IV, cazador, 1634-1636 Óleo s/ lienzo,191x126cm. Museo del Prado. Madrid |
Es evidente la influencia de su estancia en Italia como demuestra en el interes por el espacio paisajístico y la perspectiva, así como en un enriquecimiento de las gamas de su paleta y una técnica de ejecución mas libre que la que caracteriza sus lienzos de años anteriores.
El rey lleva el cuello de encaje muy parecido al de su hijo Baltasar Carlos.
Este retrato, en el que vemos al príncipe vestido de cazador acompañado por sus perros, fue realizado por Velázquez para la Torre de la Parada, junto a los retratos de su padre, Felipe IV, y su tío, el cardenal-infante Don Fernando.
El paisaje está representado por un roble que acompaña a la figura, el bosque del Pardo y al fondo la sierra de Madrid.
Resulta admirable la evolución del estilo del sevillano, partiendo de una pintura inspirada en el Naturalismo Tenebrista de Caravaggio, ha alcanzado una luminosidad y una soltura sacadas del Barroco Italiano y de la Escuela Veneciana, sin olvidar la importante influencia que dejó Rubens en Velázquez.
Uno de los ejemplares de retratos ecuestres que pintó Velázquez con destino al salón de reinos del palacio del Buen Retiro.
En esta escena la sensación de tercera dimensión está perfectamente conseguida a través de un paisaje casi impresionista , conseguido a través de bandas paralelas de color.
La sensación de lejanía del paisaje la logra el pintor con
su perfección de siempre. Sobre los azulados montes, extiende los tonos
plateados que iluminan el primer plano. La identidad de los tonos de los
árboles, con los de la sierra y el cielo, hacen que esta obra sea una de las
más logradas en lograr la “tercera dimensión”, destacando las pinceladas
aligeradas de pasta, a base de pequeños y suaves toques que se adelantan en más
de doscientos años a las de los impresionistas.
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El príncipe Baltasar Carlos, de caza, 1635 óleo s/ lienzo, 191x103cm. Museo delPrado. Madrid |
Este retrato, en el que vemos al príncipe vestido de cazador acompañado por sus perros, fue realizado por Velázquez para la Torre de la Parada, junto a los retratos de su padre, Felipe IV, y su tío, el cardenal-infante Don Fernando.
Un cuadro
aparentemente informal, en el que Velázquez ha creado una pequeña obra maestra.
El alto grado de acabado y la delicadeza de
ejecución de las facciones del príncipe contrastan con las pinceladas
extraordinarias, variadas y abiertas que definen a los perros y el paisaje.El paisaje está representado por un roble que acompaña a la figura, el bosque del Pardo y al fondo la sierra de Madrid.
Resulta admirable la evolución del estilo del sevillano, partiendo de una pintura inspirada en el Naturalismo Tenebrista de Caravaggio, ha alcanzado una luminosidad y una soltura sacadas del Barroco Italiano y de la Escuela Veneciana, sin olvidar la importante influencia que dejó Rubens en Velázquez.
Gracias a la aguda mirada del artista, los caballos han acabado ganándose un lugar propio en la Historia del Arte compartiendo protagonismo con el retratado. Son un personaje más, que Velázquez pinta con maestría.
“Caballo blando” es una pintura realizada con óleo sobre lienzo, que se llevó a cabo entre 1634 y fue hecha para tener como “repuesto” de una obra más importante, aunque posteriormente terminó siendo una excelente pintura que refleja las características del arte Barroco.
“Caballo blando” es una pintura realizada con óleo sobre lienzo, que se llevó a cabo entre 1634 y fue hecha para tener como “repuesto” de una obra más importante, aunque posteriormente terminó siendo una excelente pintura que refleja las características del arte Barroco.
En esta obra de arte podemos apreciar un caballo blanco que se encuentra en una postura idéntica a l que monta el Conde-Duque de Olivares, en el retrato ecuestre que realizó el mismo pintor.

En esta escena la sensación de tercera dimensión está perfectamente conseguida a través de un paisaje casi impresionista , conseguido a través de bandas paralelas de color.
El monarca aparece representado de perfil, vestido con una armadura, bastón de mando y banda carmesí de general montando en un caballo bayo, un animal fuerte e inquieto.
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Felipe IV a caballo,1634 Óleo s/lienzo, 30,5x317 cm. Museo del Prado. Madrid |
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Arrepentimiento |
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