21 nov 2012

Velázquez, equilibrio en la composición



 
 
Juan Francisco de Pimentel, conde de Benvente,1648
Óleo s/ lienzo,109x88cm.
Museo del Prado. Madrid
La nobleza española no solía ser retratada por Velázquez, dedicado casi en exclusiva a realizar encargos para la casa real.

Quizá este excelente retrato del Conde de Benavente, con armadura damasquinada en oro sobre la que destaca una banda carmesí que le cruza el pecho, se pintara con motivo de la concesión al aristócrata del Toisón de Oro, la más alta distinción de la monarquía española, en 1648.

Velázquez, como genial retratista, centra toda su atención en el rostro del personaje, especialmente en sus penetrantes ojos negros que contrastan con el cabello y la barba entrecanos.

El Conde de Benavente ocupaba el puesto de Gentilhombre de Cámara de Felipe IV, siendo nombrado gobernador de Extremadura durante la guerra con Portugal, motivo por el que aparece con la banda de general.







 
 

Felipe IV, en Fraga, 1640
Óleo s/ lienzo, 135x98cm.
Frick Collection, New Jork


Es el primer retrato del rey pintado en la decadencia de su imperio, concretamente al inicio de ésta, al alborear la década de 1640,

El motivo de la realización de esta obra  es el viaje que el monarca emprendió para luchar contra el ejército francés presente en Cataluña y reconquistar el territorio perdido.

Junto al rey viajaba toda la corte y entre ellos el propio Velázquez, quien recibió la orden de retratar a Felipe IV en la localidad aragonesa de Fraga.

Velázquez capta de manera excepcional la personalidad del rey, que denota un gesto de preocupación por la situación tan caótica de su monarquía en aquellos años. Sin embargo, el pintor no renuncia a realizar de manera espléndida los detalles del traje, obteniendo el trenzado de plata a travésde trazos de empaste que centellean al recibir el impacto de la luz.

El bastón de mando y el sombrero negro son los únicos adornos que nos encontramos, rechazando los atributos alegóricos de gloria y valor militar. Los retratos reales se van limitando en el tiempo, de tal manera que la efigie de Felipe IV sólo la empleará como modelo en tres ocasiones más, una de ellas en Las Meninas.
 


Autorretrato, 1643
Óleo s/ lienzo, 103,5x85,5cm.
Galleria de los Uffizi
Florencia. Italia
Propiedad del duque de Módena pudiera ser el retrato del pintor de más de medio cuerpo, con espada, guantes y la llave de ayuda de cámara al cinto, conservado en la Galería Uffizi.
La elegante actitud y la ausencia de elementos caracterizadores del oficio de pintor, sustituidos por la llave y la espada, convierten a este autorretrato en un manifiesto en favor del prestigio social al que puede aspirar el pintor.
Es fácil reconocer el gran arte y la veloz desenvoltura de su pincel en el encuadre decidido y casi audaz, en la tonalidad cálida de los marrones y los negros y en la intensa expresión del rostro.
Velázquez interpretó y recreó con personalidad el colorido de Tiziano y la luminosidad de Caravaggio, consiguiendo esos efectos ambientales, en los que la luz modela los objetos con gran naturalidad.

 



 



Autorretrato, 1640
Óleo s/ lienzo, 45,8x38cm.
Real Academia de Bellas Artes  de San Carlos de Valencia
Valencia. España
El Autorretrato de busto del Museo de Bellas Artes de Valencia, pintado hacia 1640 por Velázquez es, con el autorretrato de Las Meninas, el único autógrafo del pintor que se ha conservado. Pertenece a la colección de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia (España) desde que en 1835 le fuera donado por Francisco Martínez Blanch, y actualmente se encuentra en depósito con el resto de la colección de esta institución en el Museo de Bellas Artes.

El busto de Velázquez aparece recortado sobre un fondo neutro con el que se pretende obtener un efecto volumétrico, como ya habían hecho Tiziano o Tintoretto en el Renacimiento. Su colorido es muy oscuro, destacando el rostro con un potente foco de luz procedente de la izquierda. La factura es muy suelta, apreciándose las pinceladas de manera clara en el lienzo, como si se tratara de un representante del Impresionismo.







La costurera, 1635-1643
Óleo s/ lienzo, 74x60cm.
The National Gallery of Art
Washington. USA.
Es difícil precisar cuál sería el año de su realización, que podría estar antes de su segundo viaje a Italia. También existen dudas sobre quién es la representada, lo que no se puede poner en duda es el realismo y la intimidad con la que Velázquez ha conseguido mostrarnos a la joven, realizada a base de manchas de luz y color, dando la impresión de que capta el movimiento de la aguja y de las manos.
El cuadro representa una media figura de mujer joven, en posición levemente ladeada, con amplio escote y pañoleta sobre los hombros, con la cabeza en escorzo concentrada en las labores de costura.
Unos toques blancos en torno al cuello, destinados a dibujar en ellos un collar, parecen indicar que no se trata de una obrera, sino de una dama de cierta posición social. El moño recogido con una cinta roja da un toque de ligero color a los verdes grisáceos, pardos y blancos dominantes.

El contorno de la figura ha sido solo rápidamente esbozado buscando encajar las principales áreas de color sobre la imprimación verdosa. El aspecto inacabado de esta brillante imagen provoca que sea una de las más discutidas de Velázquez, especialmente en cuestión de la datación.






El colorido oscuro de verdes y pardos se rompe con las manchas blancas de la pañoleta que lleva la mujer sobre los hombros y con la tela que cose. La nota de color rojo en el moño y el fogonazo de luz del pecho sitúan esta imagen entre las más sugerentes del pintor.



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