7 dic 2012

Segundo viaje a Italia, correrías vaticanas

 



Inocencio X, 1650
Óleo s/lienzo, 140 x 120cm.
Gallería Doria Pamphili.
Roma. Italia


Pero el verdadero impacto vino por el retrato de Su Santidad, el Papa Inocencio X, un amante del arte, que  Velázquez termina en la primavera de 1650. Se trata de una de sus mayores obras maestras.
El retrato propiamente dicho refleja el carácter desconfiado y escéptico de un viejo político: el rostro rojizo confiriéndole vitalidad, la mirada astuta, enérgica e interrogadora. Velázquez pinta al hombre y su poder temporal, más que al Sumo Pontífice y su poder espiritual.

Inocencio X está revestido con una sobrepelliz blanca, birrete y muceta rojos, e iluminado por puntos claros escarlata, lo que proporciona a su figura una notable materialidad. Está sentado sobre un sillón que se destaca del cortinaje rojo del fondo gracias a los adornos .
En los rasgos rudos, casi campesinos, del rostro rojizo de mejillas carnosas, la mirada escrutadora y desconfiada de sus ojos pone una nota de inteligencia despierta. Aquí reside el encanto de una personalidad poderosa, en la finura de los nervios de las manos, por el contrario, se exterioriza insuperablemente su sensibilidad.

El hecho de  que Velázquez consiguiera representar con tal corporeidad no sólo a un hombre, sino a toda una época, preservando al mismo tiempo una distinguida discreción, es un hecho poco menos que indescriptible.
El retrato de Velázquez parece una sinfonía en rojo, una armonía de los  más diferentes tonos rojizos, que fluyen los unos con los  otros. El color es realmente fluido.

 
 
Técnicamente está realizado con una pincelada ágil y vibrante, que rompe los contornos y modela las formas y cuerpos con luz y color, sin formas. Las telas están tratadas gustosamente inundadas de brillo. Por otra parte, está realizado de forma muy  fluida,  incluso espontánea.

 

 


En 1649 Velázquez vuelve a viajar a Italia, ya en plena madurez y en esta ocasión no para aprender. El motivo oficial de su viaje es la compra de obras de arte con las que decorar los palacios reales de Madrid.
Adquiere varias obras, de Tintoretto, de Veronese…e intercambia obras suyas por otras.

Juan de Pareja,1650
Óleo s/ lienzo, 81,3x69,9cm.
The Metropolitan Museum of Art. New Jork
USA.
 
Durante la estancia del pintor en Roma obtendrá sus más sonados éxitos, ingresando en la Cofradía de San Lucas. Los retratos pintados en Roma pueden ser considerados los más interesantes de su producción.
En esas fechas hace el espléndido retrato del moro Juan de Pareja, que trabajaba de ayudante en el taller de Velázquez.
La carnación  de este rostro que mira atrevido al espectador queda realzada con pinceladas atrevidas, el blanco del cuello de puntilla contrasta con el negro del cabello y de la barba, y con el cutis cobrizo del modelo. Los ojos oscuros miran con fuerza. Comparado con trabajos rutinarios posteriores, llama la atención  su extraordinaria calidad.

El busto de Pareja se expuso en el Panteón durante la fiesta de San José donde todos los pintores, independientemente de su nacionalidad, lo admiraron sin reservas. Es posible que a ese retrato se deba a que Velázquez ingresara en la Academia Romana ese mismo año.
 
 




Monsignor Camillo Massimi,1650
Óleo s/lienzo, 73,6x58,5cm
kinsgton Lacy, The national Gallery
Dorset. Reino Unido
Camillo Massimi, aparece en el año 1646 como camarero secreto de su Santidad y por eso va de azul. Era de lo más inteligente y culto de Roma (se dedicó a estudiar la cultura clásica), en el arte apoyo a Poussin y a Claudio de Lorena, en el año 1653 fue patriarca de Jerusalén y en el año 1654 nuncio en Madrid (aunque a su llegada Felipe IV no le admitió y esperó casi un año en Sagunto haciendo dibujos del arco romano.
La representación que hace Velázquez de este hombre es magistral. La sólida cabeza está construida casi sin modelar; sin contorno ni dibujo, el artista crea la impresión de facciones prominentes, de grandes y oscuros ojos con pesados párpados y gruesos labios rojos bajo un bigote marrón oscuro.

Un rasgo sorprendente es el traje lleno que viste, el típico de un camariere segreto de lacorte papal: una sotana sin mangas de un azul muy vivo, otra sotana interior de un azul más claro visible en las mangas y en la abertura bajo el cuello blanco, y el mismo cuello está sombreado por el reflejo del vestido azul.
Obra de enorme realidad y de un color magnífico.


Las obras romanas

A estas alturas de su carrera,Velázquez no necesitaba de estímulos exteriores ni su arte era susceptible de modificaciones que no procedieran del propio pensamiento del artista. Las obras romanas de su  segundo viaje a Italia son del género que dominaba sin otro rival y el que podía permitirle entablar relaciones, como agente artístico del Rey de España, le interesaban las relaciones sociales y su propio ascenso social.

Ortega y Gasset dijo de él: " un gentilhombre que, de vez en cuando, da unas pinceladas" al servicio de su monarca.
Algunos retratos de su estancia romana alcanzaron cotas muy elevadas de calidad; sobresalen por la intensidad y la variedad del color y las texturas que proporcionaban los hábitos eclesiásticos, por la mayor soltura de la pincelada y absoluta sensacion de naturalidad.
 
La misión velazqueña era la consecuencia lógica de la apasionada trayectoria coleccionista de Felipe IV. Heredada quizá de su abuelo Felipe II y alentada por el cultivado conde-duque de Olivares, que la consideraba digna de los príncipes y adecuado símbolo de la grandeza de un monarca, esta pasión artística fue  desarrollándose lentamente, como atestiguaron en su momento el príncipe de Gales, Cassiano del Pozo, Rubens y Carducho, acentuándose con el paso de los años y los momentos de depresión del Rey.
 
 


 
 

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